Toda clase de pieles. Los hermanos Grimm
Érase una vez, en un país muy lejano rodeado de árboles frutales y cascadas de agua clara, un reino en el que vivían felices y enamorados, un rey y su amada esposa la reina.
Tanto amor dio como fruto una hermosa niña, a la que llamaron Diana y que hizo las delicias de todo el reino, puesto que era muy guapa y alegre. Tanto que su madre, fue sucumbida por los celos y abandonó a su marido y a su hijita, en busca de un sitio donde ella pudiera ser la más admirada.
Antes de marcharse, se acercó a la cama de su hija, y depositó debajo de su almohada un pequeño cofre que contenía una medalla con tres colgantes: un anillo de oro, una medallita de la Virgen y una rueca de hilar. Después de esto, la reina miró por última vez a la pequeña Diana, y partió en su caballo hacía su vida en solitario.
Pasaron los años, y la pequeña Diana se había convertido en una bella joven, que seguía cautivando a quien la conocía, a todos menos a su padre, que nunca logró perdonar a la princesa que su amada esposa se hubiera marchado. Por lo que un día lleno de rencor, la echó del reino, dándole simplemente una maleta que contenía los vestidos que su madre se había dejado en palacio antes de marchar: un vestido hecho de sol, otro hecho de luna y otro de estrellas.
Diana llorando y totalmente desolada, se encaminó hacía el bosque, pero el frío no la dejó avanzar mucho al llegar la noche, y desesperada por encontrar un refugió se metió en un taller abandonado.
Cuando abrió la puerta, se encontró, todo tipo de pieles de todos los animales que existían, colgadas en la pared y una tejedora en una esquina. Sabiendo que ya no tenía hogar y que tendría que sobrevivir en el bosque, Diana no se lo pensó un segundo y con todas esas pieles cosió un abrigo enorme, que la serviría para no morir de frío.
A la mañana siguiente, inició su marcha, cargada con su maleta y su enorme abrigo.
Pasaron los días y aprendió a sobrellevar los peligros que aparecían en el bosque, hasta que un día escuchó como se acercaba hacía ella un príncipe montado a lomos de un gran caballo.
La muchacha se asustó, y quiso esconderse refugiándose en su abrigo de toda clase de pieles, pero el príncipe ya la había visto.
Tanto amor dio como fruto una hermosa niña, a la que llamaron Diana y que hizo las delicias de todo el reino, puesto que era muy guapa y alegre. Tanto que su madre, fue sucumbida por los celos y abandonó a su marido y a su hijita, en busca de un sitio donde ella pudiera ser la más admirada.
Antes de marcharse, se acercó a la cama de su hija, y depositó debajo de su almohada un pequeño cofre que contenía una medalla con tres colgantes: un anillo de oro, una medallita de la Virgen y una rueca de hilar. Después de esto, la reina miró por última vez a la pequeña Diana, y partió en su caballo hacía su vida en solitario.
Pasaron los años, y la pequeña Diana se había convertido en una bella joven, que seguía cautivando a quien la conocía, a todos menos a su padre, que nunca logró perdonar a la princesa que su amada esposa se hubiera marchado. Por lo que un día lleno de rencor, la echó del reino, dándole simplemente una maleta que contenía los vestidos que su madre se había dejado en palacio antes de marchar: un vestido hecho de sol, otro hecho de luna y otro de estrellas.
Diana llorando y totalmente desolada, se encaminó hacía el bosque, pero el frío no la dejó avanzar mucho al llegar la noche, y desesperada por encontrar un refugió se metió en un taller abandonado.
Cuando abrió la puerta, se encontró, todo tipo de pieles de todos los animales que existían, colgadas en la pared y una tejedora en una esquina. Sabiendo que ya no tenía hogar y que tendría que sobrevivir en el bosque, Diana no se lo pensó un segundo y con todas esas pieles cosió un abrigo enorme, que la serviría para no morir de frío.
A la mañana siguiente, inició su marcha, cargada con su maleta y su enorme abrigo.
Pasaron los días y aprendió a sobrellevar los peligros que aparecían en el bosque, hasta que un día escuchó como se acercaba hacía ella un príncipe montado a lomos de un gran caballo.
La muchacha se asustó, y quiso esconderse refugiándose en su abrigo de toda clase de pieles, pero el príncipe ya la había visto.
- ¿Quién anda ahí? - dijo el príncipe sin dar crédito a lo que tenía delante de sus ojos.
- Me llamo Diana y vivo aquí en el bosque - dijo la chica con un hilo muy fino de voz.
- ¿No tienes hogar?- le dijo el príncipe.
- Este es mi hogar - dijo la chica aterrada.
- Eso no puede ser, tú te vendrás conmigo a palacio, y por cierto, me llamo Javier.
Y conmovido por el miedo que puedo percibir en la chica, el príncipe Javier la ofreció ir a trabajar a su palacio. Diana aceptó y fue la encargada de tejer todos los vestidos y trajes que se necesitaban en el reino, puesto que había llamado mucho la atención el gran abrigo que siempre llevaba encima.
Pasaron los meses y poco a poco, la joven se fue enamorando del príncipe y esos sentimientos causaron en ella, algo que nunca había sentido, una gran timidez que camuflaba escondida debajo de su abrigo.
El príncipe Javier ya cansado de llevar siempre una vida aburrida en el reino, decidió organizar una gran fiesta de disfraces.
Diana, pasó los días tejiendo todo tipo de disfraces, y soñando con poder asistir a la fiesta de la que todo el mundo hablaba.
Llegó el gran día, y el reino se llenó de guirnaldas y serpentina, todo el mundo estaba entusiasmado con la fiesta que el príncipe había planeado y en la plaza del reino comenzó a sonar la alegre música. La gente, comenzó a bailar y a reír, todo era una explosión de color, que no pudo hacer sombra a la joven que apareció con un vestido hecho de sol.
El príncipe no podía creer que hubiera una persona tan hermosa en su reino y quiso conocerla, pero cuando se acercó, la joven Diana, salió corriendo y volvió a esconderse debajo de su abrigo de pieles.
A la semana siguiente, puesto que Javier no había podido quitarse a la joven de la cabeza, organizaron la misma fiesta, esperando la presencia de la chica.
A su vez, Diana, estaba entusiasmada, sabía que el príncipe se había fijado en ella y no quería dejar pasar esa oportunidad, así que para coger más confianza con él, cuando tejió el disfraz que el chico llevaría a la fiesta, metió dentro del bolsillo de su chaqueta, la medallita de la Virgen que su madre la había regalado antes de marcharse.
Cuando el príncipe se puso su disfraz, notó que había algo en su bolsillo, metió la mano y vio que era una pequeña medalla, pero no le dio la menor importancia, puesto que solo pensaba en volver a ver a la joven misteriosa.
Llegó la noche, y efectivamente, como todo el mundo esperaba, la joven reapareció con un precioso vestido hecho de luna. Todo el reino se acercó para intentar conocerla, pero ella sólo tenía ojos para el príncipe, aún así, cuando éste, se abrió paso entre la gente para saludarla, ella presa de la vergüenza y el miedo a ser reconocida, volvió a salir corriendo para esconderse en su abrigo de pieles.
El príncipe Javier desesperado, decidió volver a organizar otra fiesta de disfraces, y al igual que pasó con la anterior, cuando fue a ponerse su disfraz, encontró en el bolsillo una pequeña rueca de hilar. Entonces, se dio cuenta que todo tenía relación y que la única tejedora del reino era quien podía poseer algo así.
Lleno de paciencia, esperó que la joven llegara a la fiesta. Ésta no se hizo esperar y apareció con un precioso vestido hecho de estrellas.
El príncipe, esta vez, no dejo que la joven huyera y cogiéndola del brazo, la llevo hasta uno de los jardines que había alrededor. Allí, el joven sacó el anillo de oro que la madre de Diana la había dejado en el cofre, y la confesó que lo había encontrado en el taller donde la chica trabaja tejiendo. Ella muerta de vergüenza, le confesó que estaba locamente enamorada de él, a lo que el príncipe respondió dándole un beso que selló todo el amor que se sentían. Y vivieron felices y comieron perdices.
REFLEXIÓN PERSONAL:
Este cuento es la adaptación que yo he hecho al cuento original de los hermanos Grimm, titulado "Toda clase de pieles".
He realizado la adaptación pensando en niños de 5-6 años, que ya son grandes conocedores de los cuentos de hadas y están muy familiarizados con los reinos, princesas, príncipes...
He mantenido los estereotipos que considero fundamentales del cuento original, como los tres disfraces, el abrigo de piel, el cofre con los regalos de la madre, la figura del rey, la princesa y el príncipe. He sustituido la muerte de la madre, por un abandono del hogar, ya que no siempre las familias monoparentales se deben a la muerte de alguno de los progenitores.
He intentado mantener el contexto del reino, como un lugar fantasioso lleno de magia, al que a los niños les gusta transportarse. Al igual que los conocidos bailes de los cuentos de hadas, aunque le he hecho una pequeña modificación convirtiéndolo en una fiesta de disfraces.
FUENTES CONSULTADAS:
Labajo, MT. Bloque 2 módulo docente Literatura Infantil.
Labajo. MT. Documentación complementaria bloque 1 Literatura Infantil.
Diana, pasó los días tejiendo todo tipo de disfraces, y soñando con poder asistir a la fiesta de la que todo el mundo hablaba.
Llegó el gran día, y el reino se llenó de guirnaldas y serpentina, todo el mundo estaba entusiasmado con la fiesta que el príncipe había planeado y en la plaza del reino comenzó a sonar la alegre música. La gente, comenzó a bailar y a reír, todo era una explosión de color, que no pudo hacer sombra a la joven que apareció con un vestido hecho de sol.
El príncipe no podía creer que hubiera una persona tan hermosa en su reino y quiso conocerla, pero cuando se acercó, la joven Diana, salió corriendo y volvió a esconderse debajo de su abrigo de pieles.
A la semana siguiente, puesto que Javier no había podido quitarse a la joven de la cabeza, organizaron la misma fiesta, esperando la presencia de la chica.
A su vez, Diana, estaba entusiasmada, sabía que el príncipe se había fijado en ella y no quería dejar pasar esa oportunidad, así que para coger más confianza con él, cuando tejió el disfraz que el chico llevaría a la fiesta, metió dentro del bolsillo de su chaqueta, la medallita de la Virgen que su madre la había regalado antes de marcharse.
Cuando el príncipe se puso su disfraz, notó que había algo en su bolsillo, metió la mano y vio que era una pequeña medalla, pero no le dio la menor importancia, puesto que solo pensaba en volver a ver a la joven misteriosa.
Llegó la noche, y efectivamente, como todo el mundo esperaba, la joven reapareció con un precioso vestido hecho de luna. Todo el reino se acercó para intentar conocerla, pero ella sólo tenía ojos para el príncipe, aún así, cuando éste, se abrió paso entre la gente para saludarla, ella presa de la vergüenza y el miedo a ser reconocida, volvió a salir corriendo para esconderse en su abrigo de pieles.
El príncipe Javier desesperado, decidió volver a organizar otra fiesta de disfraces, y al igual que pasó con la anterior, cuando fue a ponerse su disfraz, encontró en el bolsillo una pequeña rueca de hilar. Entonces, se dio cuenta que todo tenía relación y que la única tejedora del reino era quien podía poseer algo así.
Lleno de paciencia, esperó que la joven llegara a la fiesta. Ésta no se hizo esperar y apareció con un precioso vestido hecho de estrellas.
El príncipe, esta vez, no dejo que la joven huyera y cogiéndola del brazo, la llevo hasta uno de los jardines que había alrededor. Allí, el joven sacó el anillo de oro que la madre de Diana la había dejado en el cofre, y la confesó que lo había encontrado en el taller donde la chica trabaja tejiendo. Ella muerta de vergüenza, le confesó que estaba locamente enamorada de él, a lo que el príncipe respondió dándole un beso que selló todo el amor que se sentían. Y vivieron felices y comieron perdices.
REFLEXIÓN PERSONAL:
Este cuento es la adaptación que yo he hecho al cuento original de los hermanos Grimm, titulado "Toda clase de pieles".
He realizado la adaptación pensando en niños de 5-6 años, que ya son grandes conocedores de los cuentos de hadas y están muy familiarizados con los reinos, princesas, príncipes...
He mantenido los estereotipos que considero fundamentales del cuento original, como los tres disfraces, el abrigo de piel, el cofre con los regalos de la madre, la figura del rey, la princesa y el príncipe. He sustituido la muerte de la madre, por un abandono del hogar, ya que no siempre las familias monoparentales se deben a la muerte de alguno de los progenitores.
He intentado mantener el contexto del reino, como un lugar fantasioso lleno de magia, al que a los niños les gusta transportarse. Al igual que los conocidos bailes de los cuentos de hadas, aunque le he hecho una pequeña modificación convirtiéndolo en una fiesta de disfraces.
FUENTES CONSULTADAS:
Labajo, MT. Bloque 2 módulo docente Literatura Infantil.
Labajo. MT. Documentación complementaria bloque 1 Literatura Infantil.
Supongo que esta es tu última versión... es la que corregiré.
ResponderEliminarTal y como te comentaba Marta, una de las funciones de Propp que sustentan el comienzo del nudo de la historia, ha cambiado: el padre la expulsa y, con ese cambio, se modifican también los aspectos previos que sirven para formar el estereotipo de la protagonista (la astucia cuando pide a su padre regalos para retrasar el cumplimiento de su solicitud).
Tu heroína es demasiado tímida y poco decidida. Toda clase de pieles juega con su doble identidad. Es humilde cuando se comporta como una sirvienta pero demuestra todas sus cualidades cuando va vestida con los trajes de princesa. No deja que su belleza sea lo único que el enamore al príncipe y, desde luego, no se esconde por vergüenza; solo se va del baile porque tiene que volver a las cocinas y porque prefiere mantener al príncipe en vilo.
Por otra parte, también se rompe la lógica narrativa si es ella quien teje los disfraces. En Toda clase de pieles, se supone que el caldo lo hace el cocinero... incluso el príncipe le pregunta para asegurarse. La intriga es mayor y dura más tiempo.
No son grandes errores, pero si quieres que la adaptación sea perfecta, debes tenerlos en cuenta.